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UNO MÉDICO Y OTRO ABOGADO

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Por Javier Carlo

Foto de: Alberto Uc.

 

Fecha de publicación: 16 de junio de 2012

No hace mucho tiempo, en las reuniones familiares era habitual que los matrimonios jóvenes hablaran del futuro que querían para sus hijos: ”uno va a ser médico y otro abogado”, decían con mucho entusiasmo, dado que –entonces– esas eran las profesiones más promisorias. Al paso de los años, cierto es que muchos padres hicieron profesionistas a sus hijos, aunque no todos médicos y abogados; sin embargo, no fue posible garantizarles las mismas condiciones de desarrollo que ellos o que los abuelos tuvieron, incluso sin contar con una carrera profesional.

El país –en efecto– no creció como se esperaba y los cambios sociales, políticos y económicos, entre otros, fueron muchos. De hecho, en 20 años la estructura de las familias no es la misma y esas pláticas domingueras quizá ya no sean tan habituales.

Según estudios de la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES) y del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), a través de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), hoy por hoy los abogados son de los profesionistas con mayor índice de ocupación en el país, mientras que los médicos ya no se siguen empleando tan fácilmente, de hecho la ANUIES los ubica como uno de los grupos con mayor sesgo de empleabilidad. En uno y otro caso, un mayor índice de ocupación no asegura condiciones idóneas de trabajo ni de desarrollo laboral, y en términos generales, la calidad del empleo se ha visto deteriorada para todos los profesionistas de México en los últimos 10 años, según estos mismos organismos.

Dado el panorama, bien cabría analizar si esa idea de formar profesionistas sigue siendo factible y conveniente para las familias, las instituciones y el país en general, o si bien, habría de modificarla en tanto que ya no represente una de las claves de nuestro desarrollo, lo cual –reconozco– suena drástico, pero probable.

Hoy día tener un hijo es caro, formarlo es complejo y proyectar su educación universitaria lo es más; tener 2 hijos ya es un exceso para muchas parejas, sobre todo si los padres se encuentran separados. Se dice que el costo promedio de mantener un hijo entre 7 y 12 años, en México, puede ser –bajita la mano– de unos $3,850.00 mensuales, con base en proyecciones de la Procuraduría Federal del Consumidor (PROFECO), cantidad que no incluye estrictamente los costos de la escuela, así sea pública, ni los cursos adicionales o los dispositivos tecnológicos que ahora forman parte de nuestro estilo de vida y por supuesto, del de los niños. Y conforme pasa el tiempo, el costo asciende, de tal forma que la manutención de un hijo a los 18 años podría oscilar $5,000.00 pesos al mes.

Obviemos unos años y proyectemos el hecho de llevar un hijo a la universidad. Por una parte, las universidades públicas no tienen cabida para toda la demanda educativa que se presenta en el país. Por otra, la inversión en una institución privada podría ascender actualmente a poco más de $100,000.00 promedio al año, según tablas de costos publicadas por universidades de todo el país y estudios realizados por medios de comunicación de alcance nacional, esto sin incluir inscripción, cuotas misceláneas, materiales, costos de transportación y estadía en el campus universitario, entre otros.

Los costos de manutención y educación se acumulan, así, la posibilidad de que una familia que tenga 2 hijos, decida brindarles una formación universitaria, empieza a vislumbrarse estrecha dadas las condiciones económicas del país.

Ir a la universidad es uno de los hechos más significativos y meritorios en la vida de las personas de todo el mundo, y en efecto, implica una inversión muy costosa, la cual no siempre es posible sostener. Es aquí donde cabe que los futuros universitarios hagan un examen de conciencia a fin de inspeccionar si cuentan con los rasgos formativos, académicos y propios de una profesión para hacer una carrera, puesto que habrán de empeñar una gama de recursos para lograrlo; así mismo, que las universidades establezcan filtros cada vez más rigurosos para tener un alumnado de excelencia, el cual avale su efectividad.

En los términos económicos y productivos de un país, la educación universitaria no habría de ser una opción que se generalice, ni la única alternativa que se considere como clave para el desarrollo y la prosperidad de los individuos; hoy por hoy existen otras líneas educativas, incluso más promisorias que el hecho de ir a la universidad, tales como los programas técnicos, asistenciales, de servicio y aquellos relacionados propiamente con la productividad de las empresas, mismos que en voces de los expertos y los directores de las compañías, están haciendo mucha falta.

Sin embargo, cuando la educación se toma como negocio o asunto político, y no como estrategia de desarrollo nacional, tal como ahora sucede en México, se cae fácilmente en el error de diversificar la oferta educativa, sin que todos los programas encuentren eco en una demanda laboral fehaciente, situación que merma no sólo los programas semi profesionales y de especialización técnica, sino también aquellas actividades de investigación que tienen lugar más allá del ámbito de las licenciaturas o las ingenierías.

Según datos de la Secretaría de Educación Pública (SEP), actualmente existen más de 11,000 Reconocimientos de Validez Oficial de Estudios (RVOE), para planes a nivel medio y superior, lo que en teoría conforma una oferta muy atractiva; pero de acuerdo a la ANUIES, 8 de cada 10 personas que han concluido una carrera universitaria y tienen empleo, provienen sólo de 6 programas: administración, contaduría, derecho, educación básica, ingeniería mecánica e industrial, e ingeniería en computación e informática.

En términos de edades, las personas de 35 a 44 años tienen un mayor índice de empleabilidad en las áreas económico-administrativas, físico-matemáticas y de educación; mientras que las de 25 a 34 tienen mayor cabida en las áreas de ingeniería, humanidades, arquitectura, urbanismo y diseño.

Esto nos muestra por una parte, que el país está produciendo una mayor cantidad de profesionistas de la que requiere (se estima que casi 3 veces más), y por otra, que no está soportando tal cantidad de egresados, al no generar tantos puestos de trabajo, ni garantizarles condiciones laborales adecuadas, o siquiera que trabajen en su área profesional. En este sentido, la ANUIES también subraya que buena parte de estos profesionistas se ha empleado en actividades para las cuales no era necesario contar con una formación de carácter superior.

Muchas universidades, preocupadas más por complacer clientes que por formar verdaderos profesionistas, suelen trastabillar a la hora de engrosar sus filas con administrativos poco conocedores o comprometidos con la labor educativa; de emplear ‘profesores a destajo’ para impartir los contenidos de su nueva oferta de estudios, lo cual implica un riesgo, pero sale más barato que contratar especialistas; y lo más grave, al momento de sacar al mercado laboral profesionistas mal formados, poco disciplinados, que adolecen –incluso– de temas básicos como matemáticas, redacción y planeación, por mencionar sólo algunos. Todo ello repercute –sin duda alguna– en la calidad de las instituciones educativas, sean públicas o privadas, y por ende en el potencial y la apreciación de nuestra propia fuerza de trabajo.

Un informe recién presentado por Quacquarelli Symonds (QS), una empresa que realiza rankings de universidades a nivel mundial, coloca a 2 instituciones mexicanas en la lista de las 10 mejores de América Latina: la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en la quinta posición, y el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), en la séptima; no obstante, al comparar sus posiciones con las obtenidas en años anteriores, es posible apreciar que se han mantenido inamovibles (esto es, en la quinta y la séptima), lo cual no refleja necesariamente una mejora en la calidad de la educación, sino que nos hace pensar en los esfuerzos de estas instituciones por no deteriorar la oferta educativa frente al panorama antes descrito.

A la cabeza de este ranking, cabe señalar, se encuentra la Universidad de Sao Paulo (USP), de Brasil, y le precede la Pontificia Universidad Católica (UC), de Chile; y en el mismo, también se encuentran el Instituto Politécnico Nacional (IPN), el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y la Universidad Autónoma de México, en las posiciones 16,19 y 21, respectivamente. Ahora bien, el ranking completo de QS presenta 250 universidades de América Latina, 46 de ellas mexicanas, pero en el país existen casi 4,000 instituciones con RVOE federal a nivel medio y superior.

Al final del día, la dinámica de nuestras universidades es peculiar. Mientras que por una parte tratan de integrar una oferta educativa que sea atractiva para el mercado, por otra no logran satisfacer la demanda laboral del país. Y no se trata de que sean públicas o privadas, sino de que las universidades garanticen una calidad educativa que sea congruente con las posibilidades de empleo que existen actualmente. No obstante, estudios de la ANUIES también confirman el hecho de que los últimos 10 años, ha habido una mayor preferencia por estudiar en instituciones privadas, de tal forma que hoy 4 de cada 10 universitarios se forman en este sector.

Pero en este sentido, la calidad recibida no siempre corresponde a la inversión hecha en educación, y si es así, ¿entonces nos sigue conviniendo formar a nuestros hijos como profesionistas? Les aseguro que incluso a mí, me cuesta trabajo responder.

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JAVIER CARLO. Maestro en Administración de Tecnologías de Información por parte del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), México, y Maestro en Comunicación por parte de la Universidad Internacional de Andalucía (UIA), España. Licenciado en Ciencias de la Comunicación egresado del ITESM; cuenta con estudios sobre publicidad, desarrollo de proyectos, psicología social y antropología de las organizaciones.

Estratega en comunicación y catedrático. Su experiencia profesional abarca el diseño de programas educativos a nivel superior y la docencia; así como el marketing para medios y el desarrollo de proyectos audiovisuales.

Actualmente es profesor del Tecnológico de Monterrey, y gestor de proyectos de comunicación.

Contacto:
http://cafeycatedra.blogspot.mx/
jcarlomena@gmail.com
facebook: Javier Carlo
twitter: @javocarlo

[*] Fotografía: Alberto Uc.

 

 


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